Hay muchas personas que no le encuentran el placer a leer poesía. Sí, es cierto que es algo completamente subjetivo, pero, para mí, es la forma de literatura más íntima, introspectiva. Hasta cierto punto, los versos te hablan directamente, te conocen y rebuscan en tu interior. En los últimos años, estamos viviendo el resurgir de un nuevo estilo poético, algo más minimalista, con menos artificios. No obstante, en esta reseña de La carne de la ciruela os contaré qué me ha hecho sentir.
Luis Enrique de la Villa Gil es un hombre nacido en Madrid, en 1935. Es catedrático de universidad, en la actualidad emérito, pero ejerce de abogado. Su andadura por el mundo literario no se resume con esta obra, publicada por Círculo Rojo, ya que ha publicado otros poemarios anteriormente y ensayos jurídicos.
Seguramente, la mejor forma para entender la «sinopsis» de este poemario sería leer la contraportada. «El poemario está concebido sobre dos influencias: la del dios Eros/Cupido y la del mago Nueve, que es el número del autor, el que predomina en su gente y el que decide el metro de sus versos». Con esta descripción, no se entiende muy bien qué te encontrarás, pero una vez leas el prólogo comprenderás mejor estas referencias. El autor te indica: «Ojalá te entretengan estos ciento quince poemas, cuyos mil versos en metro nueve pretenden ayudar a conocer quienes somos». Efectivamente, estos poemas inciden sobre sus lectores y pretenden mostrar una realidad.
Me gusta descubrir autores nuevos, siempre estoy en búsqueda y captura, pero hay pocas veces que te encuentras con personas que tienen algo que decir. Todo el mundo puede escribir y contar una historia, pero es bastante complicado escribir más de cien poemas, todos unidos por una temática que los une. Luis Enrique de la Villa Gil escribe en La carne de la ciruela poemas que hablan sobre lo humano, lo terrenal, pero también sobre lo espiritual y lo que no se puede ver. Pero eso sí, ¿el amor es humano o espiritual?
He leído cada noche varios poemas, no he estado durante una tarde entera leyendo sin parar. Dosificármelos, me atrevería a asegurar, me ha ayudado a entenderlos mejor. Y recomiendo su lectura de esta forma. Es una prosa algo dura, con ciertas referencias que puedes desconocer. Sin embargo, aprecias cuando llegar al significado, como si fueses desgranando lo que el autor te quiere contar.
Hay muchos poemas que me han gustado, como por ejemplo «Campo», «Cosas de Joyce», «El gran masturbador» o «Fecundidad». Podría hablar sobre todos estos, pero me centraré en el último para que entendáis lo que os podéis encontrar en este poemario. En «Fecundidad» habla sobre una mujer que ha estado viviendo una relación sentimental sin amor. Tuvo cuatro hijos obligados. Mientras tanto, los políticos hablan y hablan, y se concluye diciendo «pues el Danubio no era azul». Habrá miles de especulaciones, pero lo entendí como «negar la realidad».
En definitiva, La carne de la ciruela es un poemario interesante, donde he descubierto la voz de un hombre que me ha cautivado. Tiene poder, tiene mucho valor mostrarte al público desde la poesía, una forma literatura muy sincera. Quiero leer más de él, creo que hay mucho potencial por descubrir.
Ahora te toca descubrirlo a ti también, consigue su obra aquí.